Brasil se consolida como la economía agrícola más dinámica, Estados Unidos mantiene su liderazgo con estabilidad, y la Argentina evidencia un comportamiento desigual, con avances en maíz y e trigo, pero retrocesos en soja. Así lo que sostiene un informe de la Bolsa de Cereales de Córdoba (Bccba), que comparó la evolución de la producción de soja, de maíz y de trigo en esos países entre las campañas 2015/16 y 2024/25.

En soja, la oleaginosa más importante en la región, se ve un auge brasileño y una caída argentina.

Durante los últimos 10 años Brasil lideró el crecimiento con una tasa media anual de un 6,9% en producción, impulsada por la expansión de superficie (3,8% anual) y por mejoras en manejo y en biotecnología. En EEUU, la producción se estabilizó tras alcanzar su techo tecnológico y un área agrícola saturada. En nuestro país, por el contrario, la soja cayó un 2,2% anual, afectada por factores económicos (retenciones altas, restricciones comerciales), climáticos y la competencia del maíz.

El maíz fue el cultivo de mayor expansión. Brasil encabezó el crecimiento con una tasa anual de un 7,6%, impulsado por el desarrollo del “maíz safrinha” y por la incorporación de nuevas áreas en Mato Grosso, Goiás y Paraná. En Estados Unidos, el área se mantuvo estable, con unas 33,4 millones de hectáreas y con altos rendimientos -un promedio de 109 quintales por hectárea (qq/ha)-, gracias a la tecnificación y a una fuerte demanda interna por el etanol.

En la Argentina, la producción creció un 3% anual debido a políticas más favorables, como la eliminación de los cupos de exportación (ROEs) y retenciones menores respecto de la soja. Además, la adopción del maíz tardío permitió reducir el riesgo climático y mejorar la rotación de suelos, consolidando al cereal como el principal dinamizador de la siembra nacional.

En trigo, la Argentina mostró un repunte sostenido, con una tasa promedio de crecimiento de un 5,5% anual, impulsada por menores restricciones a la exportación y reducción de derechos. Brasil también exhibió una mejora significativa -6% anual-, merced de inversiones en genética y en manejo, que permitieron producir en regiones subtropicales tradicionalmente adversas al cereal. En Estados Unidos, por el contrario, la producción cayó un 0,8% por año, en promedio, debido a menores áreas sembradas, a la pérdida de rentabilidad relativa y a cambios en los programas agrícolas.